Cuando se retiraban las bandejas
y el avión era calma,
solías tú ponerme la cabeza en el hombro,
cerrábamos los párpados
y nos dejábamos llevar
por un viaje de largo recorrido.
Así me gusta imaginar la muerte
ahora que estoy solo.
Es condición del ser humano
la despedida y el encuentro
con lo desconocido,
reconocer la casa que se deja,
la habitación que nos espera
entre las fechas de los calendarios.
La conciencia del tiempo no responde
al dolor animal,
ni siquiera al esfuerzo de vivir,
sino al destino de saberse vivo.
Hablo de una experiencia de la muerte
de la que no querría despertarme.
Al final era esto,
después de tantas vueltas, me dijiste,
todo resulta simple.
Nunca tuvimos fe,
pero teníamos palabras
para darnos las gracias, para decir adiós,
para ponerle nombre al no saber,
para observar las alas
en la caída de la noche,
para cerrar los ojos, tu cabeza en mi hombro,
en un viaje infinito
en el que sigo todavía.
LUIS GARCÍA MONTERO
Del libro Un año y tres meses
Tusquets Editores (2022)
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