Per a Joan Margarit
Cuando éramos niños, nos gustaba hacer
pequeñas presas de arena en la playa.
De la montaña bajaba un riachuelo
que tratábamos de retener un tiempo
levantando pequeñas paredes de arena,
que sabíamos fugaces obstáculos
al transcurrir constante del agua
hacia el mar. Ese era el desafío:
edificar un muro temporal e inestable
con los mimbres frágiles de la esperanza,
que el agua no desbordara la presa
que crecía a ojos vista, tozudamente.
Nos gustaba aquel juego infante y puro
aún a sabiendas que el agua, finalmente,
rompería el muro y correría valiente
hacia el mar abierto. Porque por unos instantes
éramos arquitectos que vencían
el desbordar salvaje del agua
con los muros de grava de los sueños.
Y en ese juego hemos crecido,
a pesar de los años transcurridos
y sabiendo que, finalmente, el empuje
del agua siempre vence y abraza
el mar que pacientemente espera.
Vuelvo a la playa de aquellos días
y miro sin rencor el cauce seco
que otrora cantara sobre la arena.
Porque ahora somos ese río alegre
que baja de la montaña y anhela
que otras manos de amor retengan vida.
Ca n'Alèxia (Menorca)
22 de agosto de 2021