diumenge, 16 de gener del 2011

Dieciséis años

Dieciséis años, sí, si el tiempo hubiese continuado su historia...
¡Te gustaba tanto tu día, pensabas con mucha antelación cómo lo celebrarías, qué harías con tus amigas y amigos de la escuela! Luego, llegado el día, se te veía muy nerviosa, supongo porque querías que todo saliese bien, que la gente se lo pasase en tu fiesta estupendamente, creo que en el fondo no te gustaba ser la protagonista, te gustaba más dar que recibir, estoy seguro. En tu agenda de la escuela tenías marcados de forma muy vistosa los cumpleaños de tus mejores amigas y amigos de la escuela, te hacía tanta ilusión felicitarles, pasar el día con la gente que amabas...también hoy tu móvil recuerda, automáticamente, los aniversarios que tenías marcados en tu agenda, un móvil ajeno al tiempo real, a la historia, que nos construye día a día, cada minuto, sin retorno.
Hoy, 16 de enero de 2011: Alèxia, dieciséis años...
...hoy no puedo dejar de pensar en ti sin tristeza, una tristeza muy amarga, un hastío de vivir que ya sé que no va contigo, pero nada me atrae, nada me motiva, nada puede colmar, ni que fuera un milímetro, el vacío tan grande que has dejado. Obsesivamente me persigue la tristeza, lo siento, pero he soñado contigo tantas veces esta semana, que es como si estuvieses aquí, sin estarlo. Anteayer por ejemplo, mientras soñaba que estaba yendo contigo en bicicleta, creo recordar por unas caminos de Argentona (¡qué extraño, nunca estuvimos juntos allí tú yo!), me decía a mí mismo ‘¡qué feliz soy con Alèxia, no me puedo imaginar que sería vivir sin ella!’, y de verdad me sentía tan feliz, tan lleno, que estoy seguro, rotundamente, que nadie, nada puede llenar tu ausencia, nadie, aunque sea duro decirlo. Podré querer a tu madre, a tus hermanos, a la familia que nos ayuda, a los amigos que están junto a nosotros, pero el bienestar, y es lo que más me duele, el estar aquí y ahora integrado y pleno en la vida, es imposible que vuelvan. Lo he vivido, y lo he soñado, y sé que no volverán: he de acostumbrarme a vivir de esta manera, un destino que no esperaba. Y ésto duele terriblemente.
Te quedaste en trece añitos, no cumplirás más años con nosotros: toda tu vida rota por una maldita enfermedad sin entrañas. Recuerdo el día que volviste a la escuela, en enero de 2008, justo para celebrar un momento con tus amigas y amigos de las escuela tus trece años, parecía mentira, pero allí estabas, con tu pelo corto, tu gorrita de colores, querías ser una más del grupo, ser normal, pero sabías que era un día muy especial, habías superado unos meses turbulentos en el hospital, y parecía mentira pero estabas allí, tan contenta, tan feliz de estar de nuevo en la escuela. Recuerdo una preciosa foto, en el coche, volviendo a casa, con un bellísimo ramos de flores que te habían regalado en la escuela, ¡estás radiante, de verdad!
Alèxia: más por lo que viviste, por lo que habías de vivir te añoro. La profesión que habías soñado para tu vida (bailarina de teatro, doctora, artista...), los viajes que harías con tus amigas y amigos, ese deleitarse con lo que aprenderías cada día, en la escuela primero con la ESO y el Bachillerato, más tarde en la Universidad, las tardes que ibas a pasar con tu gatito, Plutó, cuya llegada preparamos juntos con tanta emoción, tu viaje de los 18 años a Australia (lo tenías muy claro, desconozco la razón, pero querías ir a Australia), tu progreso como bailarina de ballet, nuestro Sant Joan en Menorca, el viaje a Creta una vez superada tu enfermedad, no sé, Alèxia, tantas y tantas cosas que contruyen una vida, la vida que te prometimos vivir, y tú creías ciegamente, y que no pudimos finalmente darte.
Lo sé, no me culpo, solamente estoy escribiendo lo que me dicta el corazón.
Tengo el corazón roto, pero te sigo queriendo donde estés, Alèxia.
Muchas felicidades, por toda aquella felicidad que pasamos juntos.
Te quiere,
Papi


divendres, 14 de gener del 2011

La Casa dels Cent Ulls


                                        Per Sant Joan de Déu
Des de la teva habitació
veiem el mar, recordes?
Vam passar dos estius,
els dos estius més llargs
i més intensos de les nostres
vides: tot semblava possible.
Vam viure unes muntanyes
russes de dolor i d’alegria,
perquè esperàvem cada mati
el despertar de les teves cèl·lules,
un senyal que el teu cos reeixiria,
i que viuries una vida plena,
un doll de promeses complertes.
Ara no sé com explicar-t’ho,
però nosaltres, en aquella
habitació amb tu, els metges,
les infermeres, els pallassos,
els amics de l’escola, la família,
durant aquells estius interminables,
malgrat el patiment i la incertesa
també vam ser feliços, ens van
fer sentir feliços, com a casa:
vam estimar-te i créixer amb tu.
Despullats dels cicles del món,
en aquell cau d’amor profund
on lliuraves un combat mestre,
vam tocar l’arrel del temps,
ens vam conèixer fins als ossos,
fins encendre una llum nova
que brollava alegre des de tu,
i il·luminava les nits fosques
d’un tel de bondat i de saviesa.
Cada matí obríem la finestra,
et donàvem un petó, i despertaves.
Des de la teva habitació
vam veure el mar, recordes?
Esplugues de Llobregat, 01-11-2010