dilluns, 26 de desembre del 2011

Navidad


Hola Alexina,
otra navidad sin ti, mi niña, a pesar de quererme proteger, aislar, pasar de puntillas, no puedo no volver a aquellos días, cuando eras tan feliz.
Recuerdo aquella foto tuya de la última navidad, cuando estás mirando y sonriendo a la cámara, con el regalo de magia abierto, todo era posible, todo, la vida volvía a brotar por tu cuerpo, la navidad entera fluía en tus ojos, en la bondad que irradiaban todos tus actos.
Te gustaban los trucos de magia, era como retar la imaginación, viajar en el sueño, y tú eras la aviadora feliz que conducía aquella nave. Aquella navidad, más que un respiro, fue un renacer, el sentido primero y último de estos días sagrados, más allá de los ecos de la infancia o de las luces que otorgan un resguardo a la inocencia.
Esta navidad es la que quiero recordar ahora, la belleza de unos días donde el tiempo no desaparece sino al contrario, surge directo de nuestras entrañas al corazón de los otros, sin las frases hechas o los sentimientos vacíos, escondidos tras unas palabras que no dicen nada.
A esta navidad vuelvo, a los días felices que nadie podrá arrebatarnos.
A la inocencia de aquella sonrisa tuya que confió en nosotros siempre, que creyó en la vida, y la vivió entregada de corazón, sin trampas ni reservas.
En esta navidad pervives, y así quiero recordarte siempre, mi vida, con esa magia tuya que trasmutaba el dolor en alegría, y la tristeza en colores y sentimientos vívidos.
Muchos besos para mi maga,


dissabte, 3 de desembre del 2011

Patrick


                                           La Camapanella (Lizt)


Los buenos recuerdos (2002)


                                          The Great Gig In The Sky


Patrick,

el pasado miércoles, hace diez días, la película acababa en la nieve, adentrándose secuestradores y secuestrados en una niebla blanca, fría, sin retorno. Des Dieux et des Hommes. Viste la película con las piernas medio dobladas, todavía tenías cierto tono muscular. Movías la cabeza, arriba y abajo, haciendo círculos, respirabas muy justito, carraspeabas continuamente, pero tu mirada no se separaba de la pantalla. ¿Qué estabas pensando? Antes de irnos Jordi y yo, me diste las gracias por haber traíado la película y haber pasado juntos ese ratito. Es quizás la última película que vistes, no lo sé. El dilema de aquellos monjes era marchar, por el acoso del enemigo y el peligro de muerte inminente, o quedarse y ser fieles a su destino, aunque el final estaba anunciado. Des Dieux et des Hommes. No puedo imaginarme el infierno que has pasado durante estos tres años, Patrick, viendo como poco a poco el enemigo entraba en tu cuerpo e iba adueñándose de él, lenta pero inexorablemente. Ahora yo veo todo este teatro de una forma muy simple, terriblemente simple, descarnada, brutal, orgánica. Después de perder a mi hija Alèxia, tu ahijada, te pierdo a ti, mi mejor amigo. Otro infierno.

Estamos indefensos, Patrick, el milagro de habernos conocido tiene un precio: la ausencia, y todos estos años que hemos compartido solo valen el momento, el presente concreto, aquel instante preciso que compartíamos el milagro de estar vivos, nada más. Como con la juventud, o la infancia, sólo te das cuenta de lo que es realmente importante, de lo básico, cuando lo pierdes, aunque lo que se pierda no tenga sustancia alguna, no perdure. Sólo existe el sentido de compartir el tiempo juntos, querernos, conectar nuestras soledades en un instante infinito, e irrepetible. Des Dieux et des Hommes. Patrick: dejamos lo dioses hace mucho tiempo aparcados en la tiranía del tiempo, sabíamos que sólo existe lo que se comparte right now.

Te voy a confesar algo: intuí la gravedad de tu enfermedad una noche del mes de noviembre de hace tres años, en 2008, cuando cuidando a Alèxia en la cámara de aislamiento, después del transplante y cuando esperábamos la recuperación de su médula, mi hija se me resbaló de los brazos porque le fallaban las piernas. Fue una noche terrible, porque yo sabía de la gravedad de la situación, y las enfermeras quitaban hierro al asunto, decían que eran efectos secundarios de la medicación, etc. Se me volvío a caer de los brazos, grité a las enfermeras desesperado, una y otra vez, fue la única manera para que las enfermeras se decidieran a llamar a los médicos de guardia, y me hicieran caso. Era fin de semana. Después de muchas pruebas, descartaron un posible derrame (peor diagnóstico) pero indicaron alteración neurológica, que después acabaría siendo la punta del iceberg de un inicio de infección.

Aquella noche yo dormí en casa, y Laura me llamó: después de preguntar por Alèxia, me dijo que estaba preocupada, porque te habías caído alguna vez, en casa o estando fuera de viaje, sin al parecer motivo alguno, de vez en cuando te fallaban las piernas. Recuerdo que le dije a Laura: cuando vuelva, por favor, tendrías que ir con él al neurólogo, por favor, id al neurólogo tan pronto Patrick vuelva de viaje. No recuerdo si le conté lo que me había pasado aquella tarde con Alèxia, pero yo tuve mucho miedo. Después todo se precipitó: la muerte de Alèxia, tu diagnóstico un mes y medio más tarde.

Ahora estaís juntos, Alèxia y tú os alejáis, irremisiblemente, en un viaje a tierras desconocidas.

No rehuiremos nuestro destino: nos quedaremos para construir, poco a poco, vuestro recuerdo.

Gracias por todos estos años compartidos.

Por favor, cuídala.