dijous, 16 de gener del 2014

Aniversari


Alèxia, Dayoub, el criado del rico mercader és un conte molt maco i colpidor que vas escriure aquells mesos decisius, en l’assignatura de literatura castellana. Llavors tenies tretze anys.
Avui, que haguessis fet 19 anys, vull compartir-ho amb tothom, perquè ens ensenya moltes coses, sentiments molt profunds, que no puc expressar amb paraules. És un conte al·legòric, complex i ric alhora, de tot aquell món teu que no ens deies però que lluitava i es revolucionava dins teu. Un conte esperançador, un conte molt madur. 
La majoria de nosaltres no tenim el coratje de viatjar fins al nostre Ispahán, al contrari del que vas fer tu llavors, sempre valenta, decidida i lluitadora.
Alèxia, només voldria dir-te que t’estimo molt i que sí, que tens raó, la Vida pot guanyar a la Mort, perquè ara sé que segueixes dia i nit present i viva en el meu cor. 
Felicitats, filla meva.

Dayoub, el criado del rico mercader

Érase una vez en la ciudad de Bagdad un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy temprano por la mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero no era una mañana como las demás, porque esa mañana vió allí a la Muerte, y porque la Muerte le hizo un gesto. Aterrado, el criado volvió a la casa del mercader.
- Amo -le dijo-, déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota cuidad de Ispahán.
- Pero, ¿por qué quieres huir? -le preguntó el mercader.
- Porque he visto a la Muerte en el mercado, y me ha hecho un gesto de amenaza.
El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo, y el criado partió con la esperanza de estar esa noche en Ispahán.
El caballo cabalgó y cabalgó, hasta que salió la luna. Cuando faltaba muy poco para llegar a Ispahán, el caballo cayó al suelo, fatigado.
- ¡Va, que no falta mucho! -le dijo el criado, temiendo que viniera la muerte. 
Pero ni a él se le aguantaba la cabeza. Así que le dio agua y pan, y los dos se durmieron junto a una palmera. 
De pronto, en medio de la noche, el criado (que se llamaba Dayoub) oyó un ruido, y en la casa de al lado vio una luz encendida. Andando con pies de plomo, el criado se acercó a la habitación (era un criado que siempre quería saberlo todo) y, pese al sueño que llevaba acumulado, conservaba aún la curiosidad. Al asomar la cabeza por el agujerillo, vio algo que no pudo creer. Primero pensó que eran el cansancio y los nervios, que le estaban jugando una mala pasada, pero después de frotarse dos o tres veces los ojos, vio que aquello era real. Allí mismo, dentro de aquella habitación, vio a la Muerte encapuchada. Pero no solo a la Muerte, sino que había un gran banquete lleno de gente encapuchada, entre ellos pudo distinguir a la Paz, la Tristeza, la Felicidad, la Suerte, el Miedo...pero no muchos más. La Muerte empezó a hablar:
- Hoy, en el mercado, me lo he encontrado, pero no me he atrevido a decirle quién es. Si él sabe que él es la Vida, me querrá exterminar, y me quedaré sin trabajo.
- Protesto -dijo una voz aguada que resonó por toda la sala, era la Paz-, ¿no podéis hacer cada uno la vuestra y dejaros en paz, como dice mi nombre?
- Lo siento, Paz, pero la mayoría está a favor de la Muerte. ¿Alguién quiere añadir algo por último antes de cerrar el caso?
- ¡Yo! -dijo una voz muy aguda y chillona-, era la Suerte, -yo, si queréis, puedo acompañar a la Vida antes de decapitarlo-.
- No, gracias, Suerte, pero para estas cosas no necesitamos tu ayuda. Decidido, mañana por la mañana la Muerte procederá a la decapitación.
Pero Dayoub, que ya pilló de qué iba la cosa, abrió la puerta de golpe, y con firmeza, interrumpiendo al jurado que se quedó sin palabras, y dijo:
- Pues nadie me decapitará, porque lo digo yo.
- ¡La Vida!, ¿cómo ha descubierto nuestro lugar de reunión? -dijeron todos con la boca abierta.
Dayoub cogió el tridente que la Muerte tenía en la mano, y se lo clavó. La Muerte se quitó la capucha y allí, delante de sus ojos, apareció su amo, que medio tosiendo, dijo:
- Lo sabía. Sabía que llegaría el día en que la Vida mataría a la Muerte.
Y desapareció.

Alèxia, primavera de 2008.
(transcripció literal del conte)