dilluns, 1 de juny del 2015

Como una estrella de mar


Apenas rasgo el papel y surgen los signos de mi mano, la memoria, vuelves de nuevo a mí: te quisiera libre de pensamientos e imágenes, furtiva como la luz esquiva del invierno; rebelde contra el azar que te quiso breve, buscas cualquier atisbo de vida donde alzar de nuevo el vuelo, donde poder sentir la sangre que oxigena estos versos.

Habría que inventar un lenguage nuevo, hija, un acervo de símbolos desmemoriados, para escribirte pura, perenne y bondadosa, un lugar de donde tú supieses no haberte ido nunca y la risa encontrase de nuevo el nido, una cuna donde tu voz resonase en la mañana como el canto perdido de las golondrinas.

Quisiera renacerte sin el recuerdo del llanto, con palabras balbuceantes buscando el sentido final de los abrazos, con símbolos indómitos como lo fue siempre tu luz, mientras brilló perenne amarada en nuestras islas. 

Vuelves, surges, gritas, pero te quisiera otra, una vida sin anclas donde tú, y solo tú, decidieses tu destino, el mundo aquel que tu esperabas llenar con la dicha de tu cuerpo ya maduro, explosión de luz y vida que vendrían a acunarte en un mar sin cadenas, libre de salitre y de viento.

Intento hablar de ti sin hablarte, dar ese rodeo imposible por una vida que no hubo de dejarnos nunca, busco nuevos colores para inventar el blanco, o tu risa, para dibujarte sobre la sombra que la noche tiñó de carbunco, o de silencio.

Ahora te veo feliz bailando la Meditación de Thais, y vuelvo a vivir aquella mañana fría del enero cuando nacistes, cuando tus manos dieron a luz el sol, y apenas nos herían las fibras del tiempo. 

Te imagino en la danza divina de un mundo primigenio y bueno, cierro los ojos, dejo los versos y pido, sólo te pido que me des tu mano de nuevo.

Por el jardín abierto del mar caminaremos juntos, como una estrella de mar recién nacida de tu memoria.