dissabte, 12 de juny del 2021

La hora violeta

"Somos el tiempo que nos queda" reza uno de los más conocidos adagios de José Manuel Caballero Bonald. ¿Pero lo somos, en realidad?. Este aforismo nos dice que nos proyectamos siempre en el futuro, que nuestra vida se rige por los proyectos y los deseos que dibujamos en el horizonte, no por lo que vivimos aquí y ahora. Es una frase parecida a "La esperanza es lo último que se pierde", entendiendo que el anhelo de tiempo y de vida nos salva del presente y de su dolorosa fugacidad. 

Según esto sólo somos espectadores furtivos, fugitivos del ahora que nos agobia de realismo  y del que huimos porque no podemos soportar su verdad rotunda. Lo importante, que dice Sergio del Río en 'La hora violeta', que no atendemos para dedicarnos a lo urgente, que nos salva. Dice el mismo autor que lo urgente es todo aquello que nos permite desatendernos y seguir vivos. Y añade: 'si lo urgente nos dejara atender alguna vez lo importante, moriríamos saturados de intensidad'.

Hay que entender, no obstante, el contexto en el que el autor escribe estos pensamientos: su hijo Pablo está ingresado en el hospital de la Vall d'Hebron, en la cámara de aislamiento, esperando un transplante de donante compatible que podrá curarle quizás de la leucemia que padece. En estas situaciones límite, calcadas a las que vivimos con el transplante de nuestra hija Alèxia (mismo hospital, mismas cámaras, mismas doctoras), te aferras a las rutinas del presente como tablas de salvamento indispensables para la supervivencia. 

Yo recuerdo aquellos días tempestuosos, cuando sólo esperábamos la curación de Alèxia y volver a los días luminosos de una vida feliz, 'rutinariamente' tranquila de la escuela, las amigas, los juegos y la alegría del presente, una vida llena de secretas esperanzas y misterios por descubrir. Sí, lo importante se fundía con lo urgente, y sólo esperábamos salir de aquella tormenta implacable y ciega. Finalmente amansó el mar, pero la barca había zozobrado: tanto Pablo, como Alèxia, no pudieron seguir en el camino. 

Quizás sí, en aquellos días tumultuosos, en aquella lucha desesperada por la vida, ellos eran ese tiempo futuro y por eso batallaban, por ese tiempo regalado que les quedaba, indeterminado pero posible. Ahora a nosotros sólo nos quedan los días de dicha que pasamos juntos y el anhelo de vida que brillaba en sus ojos puros. 

Entonces, al final del camino, ¿qué somos? ¿El tiempo que vivimos, los recuerdos? ¿El tiempo que nos queda, los horizontes del deseo? Mientras, la vida sigue iluminando los espacios vacíos del pensamiento, en la hora violeta de un verano incipiente que no espera. Como dice Alexis Carrel, "no se trata de dar más años a la vida, sino de dar más vida a los años".

E la nave va.

Barcelona, 30 de mayo de 2021