dissabte, 24 de novembre del 2018

Lo que nos enseñó Alèxia: El juego, la magia, el azar, los sueños.



                                                         La vida es una partida de azar
                                                         que bien vale la pena jugar.
                                                                     Jorge Wagensberg (1948-2018)


Alèxia nos contagiaba su confianza desmesurada en el mundo, con ella la inocencia era posible, el mundo como juego y el juego como mundo, pacto infinito para gozar de la vida sin que el tiempo –o su finitud- irrumpiera para romper el hechizo de un cristal tan frágil, pero a la vez tan firme.

La magia era la realidad, la sorpresa vivía constantemente en sus ojos, desconocía trampas y atajos. Pero el dolor no estaba ausente: si venía, era necesario, como un aprendizaje del amor, como una antesala de un nuevo gozo que renacería a la vuelta de la esquina.

Siempre el juego, jugar como la apuesta más sensata para ceñir el azar al dominio puro de lo innominado, esperando siempre que la suerte apareciese, o que la risa inundase las ausencias que el azar dejaba para un mañana venturoso.

Alèxia no regateaba el destino, no rehuía plantar cara al azar, si los dioses no le eran propicios. Ya vendría la luz del nuevo día, ya encontraríamos las grietas para romper el llanto en mil pedazos, para descubrir el color del mar que se escondía en aquellos días tristes, ya volaríamos de nuevo imaginando el mundo, si el mundo persistía en su eterna negrura.

Porque ella era vida vigorosa y plena, confiada y terca en ser y seguir siendo, porque confiaba en la voluntad o, en su defecto, en sus sueños, que le ayudaban a construir el sentido del mundo. 

Amistad sin límite, entrega sin doble fondo a una vida que merecía ser vivida siempre a pecho descubierto, así era nuestra Alèxia, y así sigue siendo en nuestros corazones.

Ella logró incendiar de colores nuestra vida, supo hacer de la magia una cordura, la cordura serena para estrenar cada momento como una cuenta única de un collar de ternura inacabable. 

La magia era su realidad, no había espacio para la cobardía ni para el engaño. Alèxia nos enseñó su secreto pero nosotros, ¿podremos lograr llevar un día, como ella hizo, nuestra vida sin miedo? 

Maestra del tiempo, Alèxia sigue viviendo cuando olvidamos el llanto y sus sueños vuelven de nuevo a nuestras vidas. Entonces ella renace, primigenia y libre, por las grietas que el azar dejó olvidadas y abiertas en la gran noche.

Sí, tenías razón, hija mía: el azar hay que jugarlo, el azar es el material de nuestro cuerpo. No huyamos del azar porque somos magia, danzamos en el azar improbable de nuestros sueños.