dilluns, 24 de desembre del 2012

Buongiorno, principessa



Alèxia nos contagiaba su confianza desmesurada en el mundo, con ella la inocencia era posible, el mundo como juego, y el juego como el mundo, pacto infinito para gozar de la vida sin que el tiempo - o su finitud- rompiera el hechizo de un cristal tan frágil, pero tan firme.

La magia era la realidad, la sorpresa vivía en sus ojos y desconocía trampas y atajos. Y el dolor no estaba ausente, si venía, es que era necesario, como un aprendizaje del amor, como una antesala de un nuevo gozo que renacería a la vuelta de la esquina.

Siempre el juego, jugar como la apuesta más sensata para ceñir el azar al reino puro de lo innombrado, y esperar siempre que la suerte apareciese, o que la risa inundase los dominios que el azar dejaba para un mañana más venturoso.

Alèxia no regateaba el destino, no rehuía plantar cara al azar, si el azar no le era propicio. Ya vendría la luz del nuevo día, ya encontraríamos las grietas para romper el llanto en mil pedazos, para descubrir el color del mar que se escondía en aquellos días tristes, ya volaríamos de nuevo, imaginando el mundo, si el mundo persistía en su hosca negrura.

Porque ella era vida vigorosa y plena, confiada y terca en ser y siempre seguir siendo, porque creía en la voluntad, o en su defecto, en el sueño, que le ayudaban a construir el sentido del mundo. 

Amistad sin límite, entrega sin doble fondo a una vida que merecía ser vivida siempre a pecho descubierto, así era nuestra Alèxia, y así sigue siendo en nuestros corazones.

Ella logró incendiar nuestra vida, supo hacer de la magia una cordura, la cordura serena para estrenar cada momento como una cuenta única de un collar de ternura inacabable. 

Alèxia nos enseñó su secreto: la magia era su realidad, no había espacio para la cobardía, ni para el engaño.

Maestra del tiempo, ella sigue viviendo cuando olvidamos el llanto, y el juego vuelve de nuevo a nuestras vidas. El azar hay que jugarlo, el azar es el material de nuestro cuerpo. Y Alèxia, que lo sabía, sigue riendo. 

A ella le gustaba danzar en el azar improbable de los sueños.

Buongiorno, professoressa!


1 comentari:

Natxo Rovira ha dit...

Sé com és de dificil i a voltes, dolorós, intentar trasnsmtre tanta vida, tota una vida compartida amb una de les personetes que més estimes del món. De vegades, voldriem cridar desesperadament com trobem a faltar aquelles vivències amb les que dia a dia, els nostres fills ens van alimentar de vida i d'amor.
Per això, intento llegir amb consciència aquesta pinzellada de com recordes l'Alèxia.
M'agrada conèixer una mica més l'Alèxia.
I t'animo a que no deixis de fer-ho
Bon Nadal Albert
Bon Nadal, Alèxia