Me he levantado hoy domingo, con este verano ya inminente en la solapa, y veo de repente tu foto cerca de un jarro de rosas secas, detrás hay un pequeño atril de madera, con un frágil dragón verde a son de nota y, más allá, unos tallos de siemprevivas y lavanda, con unas pequeñas aves enfilándose detrás del marco boscoso que te acoge.
En esta playa de recuerdos imposibles, recogidos en un frasco lleno de caracolas, pétalos de rosas y conchas, cerca del jarrón donde anida un maridaje de espliego, lavanda de mar y romero, y de donde surge una pequeña niña de madera con dos hojas como alas, aquí estás tú, Alèxia, tranquila, mirándonos y sonriendo, profundamente viva, decidida a florecer con la pronta primavera que se acerca.
Tienes una cinta verde -tallo vivo- recogiendo tu pelo dulcemente, llevas tus pendientes de murano, verdes, brillando sobre la nieve tardía que reposa en las ramas de los abetos silenciosos del jardín...y yo te escucho, Alèxia, hija mía, ¿Qué nos dices en esta mirada pura, sin espejismos, irrepetible, transparente? ¿Qué se esconde tras la serena luz naciente de tus ojos?
Que el tiempo de querernos es permanente y sencillo, que es flor y es canto.
Y que más allá de aquel lejano invierno, el recuerdo de la belleza dura.
Gràcias, Alèxia, te queremos.
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