Querida Alèxia:
Era de noche, y medio en sueños vi una luz en el pasillo, y escuché unas voces. No entendía lo que decían, pero intuí que eras tú, en la entonación del aire, en la música de sus olas dulces. Entonces me levanté y me acerqué hasta el lugar de donde surgían los rumores. Miré hacia arriba, había una luz, y el sonido de tu voz, buscándome. Y supe que eras tú, que estabas allí, hablándome. Llamé a tu madre, y unidos alzamos las manos para alcanzarte, y te abrazamos: un fogonazo de luz intensa entró directo en nuestros corazones, una oleada de amor puro se unió para siempre a nuestros cuerpos. Entonces supe que habías regresado, que estabas de nuevo con nosotros. Una oleada de honda felicidad, un destello de candorosa luz nos abrazó, y fuimos uno, unidos para siempre en un sueño intemporal, y verdadero. Luego despertamos. Desde entonces te llevo prendida a mi piel y en mis células, en un viaje extraño y milagroso, y sigo buscando hacia dentro ese rescoldo de felicidad que dejaste el día de tu regreso. Porque no te fuiste nunca, Alèxia, no es posible. Sigues con nosotros, en esta cadena de calor eterno mientras no se apague la luz, y tu risa sincera y pura siga ardiendo en nuestros corazones.
Te quiere,
Papi
Alèxia, al juny de 2008 |
1 comentari:
Preciós, Albert. Malgrat la tristesa, aquest blog és una mostra d'amor bellíssima.
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