Estabas tan bonita, Alèxia, hacía apenas tres semanas, con el traje de sirena azul, bailando por el mar de junio tan contenta, por ese mar que nos iba a llevar hasta Creta aquel verano, nuestro viaje soñado desde hacía tanto tiempo... estabas tan preciosa, alegre, tan llena de bondad... No puede ser, me dije entonces, no quiero que nada desfigure la razón de tu inocencia...
Semanas más tarde te escribí este poema, Vida breve, que no te llegué a leer nunca, para no romper el hechizo de mi deseo más secreto: iríamos a Creta un día, sí, realizaríamos nuestro sueño más allá del dolor, el miedo y la desazón de entonces. Me imaginé llegando contigo, en una nave silenciosa, a la isla de las montañas blancas, los mil monasterios y el laberinto de la leyenda, de donde saldríamos victoriosos, como Ícaro, pero volando lejos del sol...
Vida breve
Ahora contemplo el mar
los barcos
que no zarparon, la isla
que mis ojos soñaron
y que ahora será siempre
el recuerdo posible
de los días altos:
las montañas blancas
que recortan el cielo
mientras la nave llega,
los mil monasterios
encendidos de historia
rebelde y enardecida,
los puertos venecianos
y los palacios y laberintos
donde dormita el minotauro.
Te llevaré conmigo
siempre como la isla
de mis sueños, el lugar
que imaginaron mis ojos
cuando el dolor quemaba
y tu cuerpo luchaba
contra la hiel y el miedo.
Pero no temas, mi niña,
amor: una mañana
luminosa de julio
tomaremos
el camino del mar
y en el silencio puro
de los sueños cumplidos
el dolor será sólo recuerdo
de la lucha por vivir
esta felicidad posible
que ahora tan solo
imaginamos:
la belleza del mar celeste
arrullando tu blanca nave
mientras los dioses duermen.
Barcelona
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