Parece que nuestra vida se reengancha poco a poco al presente, que nuestros gestos se normalizan, que los actos se encadenan en el transcurso de los días y tejen un sentido al devenir del tiempo, que nuestro tren navega de nuevo por paisajes menos austeros, sin vaivenes, que hay camino y esperanza donde ayer todo era tristeza y desasosiego...
...pero entonces un día...
...volviendo a casa en coche, tras una jornada anodina de trabajo, ves una bandada de aves dibujando en el cielo unas figuras enigmáticas, que te provocan una emoción extraña y desconocida de libertad y, al mismo tiempo, una desolación infinita por una ausencia que te desgarra y te hiere profundamente...
...de repente escuchas en la radio una melodía de una belleza inusitada y, sin poder impedirlo, lloras y lloras desesperadamente, porque esas notas bellas te hablan de ella, son ella misma que vive en el sueño de esas melodías, ella que de nuevo baila un instante en el sendero yermo de nuestras vidas...
...pasas por delante de una escuela en el momento preciso en que unas niñas entran cantando y saltando a clase, las coletas volteando risueñas en el aire, y de golpe regresas, Alèxia, real y precisa, cuando por las mañanas te dejaba en la puerta de la escuela y entrabas tan feliz saltando y cantando por aquella puerta de amor y de conocimiento...
...o estoy paseando por la ciudad una tarde tranquila de verano y veo de repente una familia feliz y segura con sus hijos, hablando y riendo, haciendo planes de futuro, abrazándose él a su madre, ella a su padre, confiadamente, y este devenir sencillo y tierno de vida me atropella y me desgarra, me vence un desasosiego inmenso por no tenerte conmigo, por no poder decirte lo mucho que te queremos, lo que daríamos por ser unos instantes esa familia paseando tranquilamente una tarde cualquiera de un verano inolvidable...
Alèxia, hija mía: yo te escucho siempre respirar quedamente detrás de una puerta invisible, donde no existe la ausencia porque no existe el tiempo, una puerta entornada con sigilo, que no puede cerrarse para siempre ni abrirse de par en par, porque tu luz nos cegaría...
...una pequeña puerta donde vives detrás, agazapada, esperando ese momento, inesperado siempre, cuando por unos instantes vuelves y nos dices que el amor existe, cuando te cuelas por unas rendijas que el tiempo se deja abiertas, olvidadizo, y nos dices, delicada y sabiamente, que el tiempo de la ausencia no ha llegado todavía...
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