diumenge, 18 d’agost del 2013

Isla de viento y fuego



Hemos vuelto a la isla, a la belleza agreste de la piedra seca, al azul transparente de los caminos recónditos, cuando descubríamos por primera vez aquellas arenas prístinas, como recién nacidas para nosotros. 

Pero ahora la luz es otra, y el fuego de la isla me quema. 

Quiero renacer de todo aquel amor que se ofrecía entonces sin fianza ni recato, quiero que aquellos barrancos me hablen de ti, como ecos de aquellas voces que quedaron prendidas para siempre en el recuerdo calcáreo de nuestros cuerpos.

El fulgor de la isla me duele, la claridad del agua difumina las palabras, pero en los limos rojizos de aquellas playas sigo buscando tu nombre, un rastro de ti entre sueños de piedra y fuego, los tesoros que dejaste escondidos en aquellos arenales blancos.

El viento de la isla empuja decidido aquellos veranos lejos de mí, mientras lucho por buscarte en los predios de mar que abrazaron nuestros cuerpos, y te sigo dibujando saltando los muros de piedra, cuando buscábamos las calas secretas al final de barrancos y humedales.

El viento, persistente, borra inexorable los caminos en las dunas, y sube las paredes verticales de los recuerdos, en pos de una nueva y desconocida luz.

Lo sé: he de devolverte, libre y pura, a esta tierra indefensa y frágil, a estas piedras de sal y fuego, para que la luz del mar nos hable de ti con palabras nunca dichas.

Al lugar donde brotaba, perenne, el fulgor de tu alegría.