EL ÁRBOL DEL TIEMPO
(Sobre esculturas de La Rueda de la Vida, de Gustav Vigeland)
Como haz de luz que del árbol sugiera,
umbrosa bailarina entre sus ramas,
asomada ardiente a la vida entera
quedaste prendida, muda, atada.
No conociste del amor su fruto,
la frondosa vida que te esperaba:
tus ojos abiertos, sorpresa, hurto,
fuera del tiempo miran, lloran, aman.
No temas: velaré siempre tus sueños,
fiel a tu vera, capitán y náufrago
de tan hermosa nave a la deriva.
Henchida vela, amor, de tus deseos,
surcaremos juntos los mares glaucos,
la savia eterna y pura de tu risa.
Oslo, 10-08-2012
Albert Schoenenberger © 2012
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